En todas partes allá abajo, nueve pisos abajo, yo me había escapado de aquel mundo que era la vida toda que tanto deseábamos conocer cuando nos atrapaba la adolescencia y la disciplina de nuestros padres. Había subido a descansar un rato del segundo mundo.Pise el botón para cambiar de canal la televisión. Otro brinco y otra sorpresa: apareció la imagen de otra habitación, se veía a una pareja durmiendo, volví a pisar y a pisar y cada canal era otra habitación. En la esquina superior de la pantalla, cuando regresé a mi imagen, aparecía el Nro. 91, luego cada canal tenía el número de la habitación que se podía observar.Recordé el otro libro obligado de Hesse: El lobo estepario y su teatro mágico con su letrero: Sólo para locos Raul Bracho (Homenaje a H. Hwesse)